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Texto original de ITZIAR MOLERA - Fundación COF

Cuando llegan los niños


Continuamos con el tema que iniciamos en el artículo anterior. En estas líneas abordaremos las cuestiones más delicadas cuando llegan los niños, que, en la mayoría de los casos, coincide con los primeros años de matrimonio.

La llegada de los niños al matrimonio es una bendición, es una alegría que no se puede expresar con palabras, la alegría de una nueva vida y de un nuevo miembro en la Iglesia. Pero estos sentimientos de gozo y plenitud por los hijos no pueden hacer perder de vista a los cónyuges la importancia del otro. Son muchas ocasiones en las que escuchamos “para mí lo primero son mis hijos” y esta afirmación entraña un pequeño riesgo: dejar de lado al otro. Dedicamos mucho tiempo a los niños, en los primeros años requieren muchas atenciones: darles de comer, asearles, vestirles… y la entrega se vive plenamente con los hijos. Pero esta dedicación en tiempo no puede suplir un espacio en nuestro corazón, que tiene que ser ocupado por el esposo o la esposa en primer lugar. Ser conscientes del espacio que ocupa nuestro cónyuge nos hará buscar momentos de encuentro con él, esos que cuando los niños son pequeños son tan difíciles de encontrar. Es necesario vivir la entrega no sólo con los hijos sino también con mi esposa o esposo: tener un detalle, prepararle su comida preferida, una llamada de teléfono a mitad de la jornada laboral… Esto mismo nos recordaba el Papa Francisco en Amoris Laetitia (224) “El amor necesita tiempo disponible y gratuito, que coloque otras cosas en un segundo lugar. Hace falta tiempo para dialogar, para abrazarse sin prisa, para compartir proyectos, para escucharse, para mirarse, para valorarse, para fortalecer la relación” y esto es especialmente necesario en los primeros años de matrimonio.

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