¡Qué fácil resultaba todo cuando nos pedían permiso para hacer cosas que considerábamos normales!¿Puedo ir a casa de Fulanito? ¿Puedo ir con Menganito al parque con la bici? ¿Me puedo comprar las zapatillas de moda? Probablemente teníamos respuestas más o menos elaboradas y argumentadas para estas cuestiones. Nos resultaban familiares, cercanas….porque nosotros como padres las hemos vivido en nuestra infancia y juventud. Nos fijamos, sin querer en muchos casos, en los patrones de respuesta que nuestros padres elaboraron con nosotros. Algunas veces los querremos modificar, y en otras, los reproduciremos con la misma forma de actuación. Hasta cuando el tema se vuelve espinoso, es probable que nos basemos en el recuerdo para elaborar nuestra respuesta: ¿y por qué tengo que seguir estudiando? Nuestras neuronas se estrujarán en busca de experiencias similares que nos ayuden a ofrecer contestaciones exitosas.
Pero la cosa se complica cuando nos adentramos en mundos que no controlamos, para los que nuestra propia experiencia no encuentra anécdotas con las que responder. Y esto ocurre frecuentemente con las nuevas tecnologías.
La tan temida y esperada frase de los chavales “quiero un móvil” no encuentra en nuestra cabeza ninguna experiencia parecida que nos guíe en la respuesta. Y lo peor es que nos asusta decidir sobre algo que desconocemos.
Entonces, ¿cuál es la mejor opción? Nos podemos dejar llevar por la práctica general: le regalamos el móvil, establecemos un mínimo de reglas para su uso, y castigos por su mal uso (que, seamos sinceros, no se cumplirán), y nuestra conciencia se sentirá tranquila porque nos apoyaremos en sus propios argumentos, para que nuestro hijo no se sienta aislado o inferior a sus amigos.
O podemos evaluar la situación, teniendo en mente el mismo objetivo que nos ha guiado en otras cuestiones ¿por qué necesitas un móvil?, ¿qué te puede aportar?, ¿sabes cómo se usa? Si damos por hecho las respuestas a estas preguntas, realmente nos perderemos una información muy valiosa acerca de cómo piensan nuestros hijos sobre el tema. Y todo se complica aún más cuando nosotros mismos, como padres y adultos, no nos hemos planteado estas cuestiones. No podremos servirles de guía porque no tenemos un criterio formado, porque estamos aterrizando con ellos en esta era digital y virtual, que obliga a una educación simultánea entre padres e hijos.
Consultorio
Pregunta: Mi hija no sale todavía con las amigas, pero tengo claro que cuando lo haga le daré un móvil con una especie de GPS para saber dónde está constantemente. ¿Haré bien?
Respuesta: Es cierto que nos tranquiliza tener conocimiento en cada momento de la situación de nuestros seres queridos. Y también es cierto que en cuanto supiera de algún movimiento no habitual le sometería a un interrogatorio de tercer grado. ¿Conseguiríamos con esto lo que queremos? Nuestros jóvenes deben ir adquiriendo responsabilidad, y para trabajarla no podemos recurrir a un móvil que nos diga si está bien o no. Si yo no confío en mi hijo, si creo que no va a poder resolver situaciones habituales sin mi ayuda, quizá no esté todavía preparado para tener este tipo de experiencias. El móvil no puede sustituir la responsabilidad. Al contrario, la responsabilidad facilita el buen uso del móvil.